Que nadie
vea en este artículo ningún ataque a la religión católica. Para ello se bastan
ellos solos. Y se me ha ocurrido escribir por la frase de una mujer, muy beata
ella, que me decía cuando hablábamos de la Biblia: “las cosas de Dios se
creen, no se analizan”.
Fijaos
bien, yo estaría dispuesto a aceptar esa premisa siempre y cuando supiéramos
cuáles son las “cosas de Dios”. ¿Quién dice qué cosas son de Dios? Una de dos,
o lo dice el propio Dios (únicamente se ha “manifestado” hasta ahora en la
Biblia), o lo dicen los “profesionales” de la religión.
En el primer caso, es imposible “creer” que los
disparates dichos por Dios en la Biblia procedan de un ser Todopoderoso. No se
puede admitir por un ser humano medianamente racional que exista un ser
superior que castigue a personas inocentes mientras mima y cuida a asesinos,
violadores, proxenetas, ladrones, etc. Tal es el caso de los continuos castigos
a los hijos de los culpables de asesinato en vez de lapidar a los asesinos.
Aunque nada debe extrañarnos de un dios que castigó a toda la humanidad porque
una mujer comió el fruto del árbol del conocimiento. Uno se explica que el
conocimiento no es bueno para Dios.
En el
segundo caso (íntimamente ligado al primero), quienes “interpretan” la palabra
de Dios son los que nos dicen eso de “hay que tener fe”. ¿Qué es la fe? ¿Acatar
a pies juntillas lo que dicen sobre el sexo gentes que, en teoría, nada conocen
de su praxis? ¿Acaso esos profesionales de la religión, que sí se han leído la
Biblia, llevan a la práctica la palabra del dios que defiende a los delincuentes
Abraham, Isaac o David, por poner unos ejemplos, mientras el resto de los
mortales no tenemos derecho a interpretar nada?
La
Iglesia se resiste a perder poder en la sociedad, insiste en querer llevar su
“mensaje” a los hombres. Antes lo hacía a espada y daga, ahora lo hace
criticando todo aquello que haga avanzar a la humanidad. Porque, claro, la
definición de moralidad les pertenece. Una familia no tiene derecho a curar a
su hijo con las células madre del cordón umbilical de un segundo hijo
seleccionado para ello por el hombre, como dice Martínez Camino (en la foto),
un tipo consciente de la inexistencia de Dios, porque de existir ya habría sido
fulminado por un rayo, por la cantidad de memeces que dice cada vez que abre su
boca. Y ahora leamos lo que nunca dirá un
sacerdote:
“El condicionamiento de las mentes
desde la infancia, a través del adoctrinamiento transmitido por una enseñanza
dominada por sacerdotes, imanes o rabinos, hace creer a las personas nacidas en
entornos cristianos, musulmanes o judíos -generalmente sin ocasión, tiempo, ni
medios para plantearse una profunda investigación propia- que las historias
“sagradas” que les cuentan son verídicas, cuando en realidad no son sino copias
de mitos arcaicos surgidos en culturas primitivas (Mesopotamia, Egipto, Persia,
la India, los mitos griegos, etc.), retocados sin cesar (aggiornados) para que
puedan ser asumidos por personas contemporáneas.
Siempre ha sido crucial
para los poderosos inculcar ideas religiosas en el pueblo, como eficaz
mecanismo de control social, por la resignación y sumisión que fomentan entre
los desfavorecidos y porque “legitima” y justifica al poder (“Rey -o Caudillo-
por la Gracia de Dios”…). El pueblo ingenuo ha aceptado siempre la visión
simplista que del mundo ofrecen las religiones, porque se le ha cercenado el
espíritu crítico y nunca se le ha preparado para afrontar las grandes preguntas
de la vida… Pero ninguna religión ha hecho ni mejores ni más felices a los
hombres. Porque a través de la mentira, la manipulación, la ignorancia o el
error, malamente se puede arribar a buen puerto… Pero es previsible que habrá
quien prefiera vivir engañado (es más cómodo), aun a costa de diferir la
justicia y la felicidad personal a esa prometida vida de ultratumba, ante la
que las Iglesias tienen la absoluta certeza de que jamás van a venirles
reclamaciones. Sencillamente, porque no hay el menor indicio de que exista.” (Anónimo)
La conclusión es evidente: ninguna
religión admite un mínimo análisis racional, y es que una actitud crítica ante
la vida desvela cualquier misterio; es capaz de averiguar por qué hay personas
que se dedican a diseñar círculos en campos de cultivo, o a tragarse con
traje y todo un cosmonauta desaparecido, o desenmascara a quien
afirma que Armstrong no estuvo en la Luna pero que vio platillos
cuando estuvo allí. Y, en religión, descubrir el fraude de la sábana santa.
Fuente: http://misteriosaldescubierto.wordpress.com/2008/10/19/misterios-de-la-religion/
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