La tecnología es un campo de acción relativamente joven, sobre todo si la comparamos con otras disciplinas más humanísticas y con más antigüedad. Esta juventud en la materia hace que algunas cosas no sean de igual aplicación, sobre todo en asuntos relativos a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación).
Me refiero, por ejemplo, al asunto de la formación. Los cambios en el mundo de la tecnología son constantes y los que nos dedicamos a estas lides tenemos que andar constantemente actualizando nuestros conocimientos, si queremos estar al día y no quedarnos atrás con nuestros clientes. En la mayoría de los casos, la formación es autodidacta, porque de otra forma el coste no sería asumible.
También nos encontramos con que al ir a formarnos, todavía no hay especialistas en la materia en cuestión, por lo que tenemos que hacer lo que comúnmente se conoce como ‘buscarse la vida’. Con este nivel de obsolescencia, es difícil articular una carrera universitaria que tenga vigencia en el tiempo.
El título, evidentemente, sigue quedando bonito en la pared, pero los conocimientos adquiridos igual no sirven ya en la práctica. No es que esté en contra de la formación universitaria, al contrario, pero en disciplinas con tanto nivel de actualización, creo que la formación debería plantearse de otra manera.
Luego está el tema de la profesión que uno desarrolla, que no siempre tiene mucho que ver con la formación. Con la evolución del mundo digital, sin ir más lejos, se han creado ya unos cuantos perfiles profesionales nuevos, que están a caballo entre la tecnología, el marketing, el periodismo y el sentido común.
Así que, ¿qué define entonces a un buen profesional? Es una buena pregunta, de difícil respuesta. A mí me gusta pensar que es una combinación de factores, que van desde una experiencia probada, la confianza que podamos transmitir y la calidad de las soluciones propuestas.
Fuente:http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=292062