jueves, 9 de diciembre de 2010

¿TIENEN LAS HORMONAS SEXUALES EFECTOS MÁS ALLÁ DEL SEXO Y LA REPRODUCCIÓN?

Las hormonas sexuales tienen efectos que van más allá del sexo y la reproducción; en el sistema nervioso central, por ejemplo, se relacionan con las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres, con la distinción de las neuronas y la comunicación entre ellas.

Además, pueden funcionar como neuroprotectores, o estar involucradas en mecanismos de sueño-vigila, estado de ánimo e, incluso, crecimiento de tumores cerebrales, afirmó Ignacio Camacho Arroyo, integrante del Departamento de Biología de la Facultad de Química de la UNAM.

En el Seminario Las Hormonas Sexuales en el Cerebro: Algo más Allá del Sexo, explicó que esas sustancias son moléculas que, por su naturaleza química, se denominan esteroides; se derivan del colesterol y se sintetizan en las gónadas (ovarios y testículos), en la glándula adrenal y en el sistema nervioso central.

Las más abundantes son la progesterona y el estradiol, que se encuentran mayoritariamente en mujeres, y la testosterona, en varones, aunque ambos sexos tienen todas, aclaró el experto.

El ganador de la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos, señaló que están presentes incluso antes de nacer, desde el desarrollo embrionario, cuando organizan de manera diferenciada, el cerebro de un hombre o de una mujer.

En los mamíferos, hay periodos críticos de diferenciación sexual cerebral en etapas embrionarias, o en los primeros días después del nacimiento, en que ese centro nervioso es muy susceptible al medio ambiente hormonal; si éste se modifica, se puede propiciar que en una hembra, ese órgano adquiera características del macho y viceversa.

En el auditorio A de la Facultad de Química, expuso que en el caso de los roedores, ese periodo se da en la primera semana después del nacimiento. “Administramos hormonas en ese lapso y vimos diferencias en la expresión de algunos genes. Antes o después del periodo crítico no se tiene ningún cambio”.

Influencia en el sistema inmunológico
Moldear el cerebro de un organismo en fases tempranas de su desarrollo, con un tratamiento hormonal, tiene consecuencias en otros sistemas. En un trabajo publicado este año por Camacho Arroyo y sus colaboradores, se percibió que esas hormonas influencian el sistema inmunológico.

Un niño y una niña piensan diferente; al pedir a infantes de seis años hacer un dibujo libre, ellas eligen pintar con colores variados, flores o soles; ellos, objetos como autos. Ello no se debe sólo a cuestiones sociales: cuando existe un incremento importante de testosterona en las pequeñas por alguna enfermedad congénita, dibujan como lo hacen los chicos.

En la etapa adulta, sobre todo en la mujer, hay variaciones impresionantes en los niveles hormonales con consecuencias en términos de la conducta sexual, y en muchas actividades cerebrales y emocionales, puntualizó el investigador. Así ocurre en el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia.

El estradiol y la progesterona cambian a lo largo del ciclo menstrual; en la etapa ovulatoria la mujer está más cariñosa y dispuesta a una relación sexual, pero después de niveles altos, las hormonas bajan, y antes de la menstruación puede haber síndrome premenstrual, que podría requerir ayuda médica por problemas de ansiedad y depresión, explicó.

En el embarazo, la fisiología del organismo es completamente diferente, y la percepción también. Entonces, ellas resuelven mejor pruebas de memoria-aprendizaje que las no preñadas. “Eso refleja que hay un efecto importante de las hormonas sexuales en los procesos cognitivos”, acotó.

Si a las ratas se les quitan los ovarios, principal fuente de producción hormonal, y luego se les administra estradiol, en las neuronas se produce un mayor número de dendritas (estructuras que les permiten comunicarse entre ellas). Se piensa que eso también ocurre en mujeres, y que por ello responden diferente a pruebas de memoria, de acuerdo con la fase del ciclo menstrual en la que se encuentran.

Al simular un modelo experimental de menopausia en roedores, se quitaron los ovarios y fueron tratados con diferentes concentraciones de estradiol; los animales que estuvieron 18 semanas sin un régimen hormonal, presentaron una disminución en los procesos de memoria y aprendizaje, en comparación con los de dos semanas, abundó el especialista.

En mujeres menopáusicas se ha observado que la terapia de sustitución hormonal tiene efectos completamente diversos, en cuanto a habilidades cognitivas, cuando se realiza poco o mucho tiempo después del inicio de la menopausia. “Al parecer es mejor aplicarla cuanto antes, aunque siempre bajo supervisión médica”.

Hemos visto, mencionó, que hay mayor cantidad de astrocitos (células cerebrales) en el hipocampo –región del cerebro importante en la memoria y el aprendizaje– de las ratas hembra que en el de los machos. Ello podría reflejar, hasta cierto punto, las diferencias de percepción, memoria y aprendizaje entre ambos sexos.

Hormonas y sueño
Camacho Arroyo también ha estudiado los efectos de las hormonas en el sueño. Las embarazadas duermen más en ciertos periodos, lo mismo ocurre en un hombre al que se le suministra progesterona.

Se hicieron microinyecciones en la formación reticular pontina, fundamental en la regulación del ciclo sueño-vigila, y encontramos que esa hormona indujo sueño con movimientos oculares rápidos, lo que indica que esta zona del tallo cerebral puede tener un efecto inductor de esa fase, en la que se presentan las ensoñaciones.

Otro aspecto interesante es que existen diversos modelos de daño neuronal, donde las hormonas sexuales tienen efectos neuroprotectores. Así ocurre cuando hay disminución en los niveles de glucosa, descubrió el universitario.

“En la Facultad de Química estudiamos los efectos de las hormonas en tumores cerebrales. Los más agresivos, frecuentes y que no tienen una alternativa terapéutica adecuada son los astrocitomas, derivados de las células gliales llamadas astrocitos. Se presentan sobre todo en adultos.

“La progesterona y un antagonista (sustancia con efecto contrario a la hormona) producen efectos importantes en el crecimiento las células malignas”. Se utilizaron líneas celulares de astrocitomas humanos en los grados más avanzados y se trataron con esa hormona y con el antagonista llamado RU486.

Este último detiene el crecimiento celular, lo que podría ser importante en términos terapéuticos. Ahora, el experto y sus colegas analizan cuáles son los genes cuya expresión se ve modificada con el tratamiento de progesterona y de RU486.

Pero las hormonas sexuales también pueden contribuir a la diferenciación de células madre; en este caso, mediante el uso de estradiol se logró producir mayor número de neuronas dopaminérgicas, que se dañan en la enfermedad de Parkinson.

Al hablar del cerebro de un homosexual, Camacho explicó que es diferente al de un heterosexual. La capacidad de unos y otros de percibir estímulos visuales, auditivos u olfativos es distinta. Las áreas del cerebro que se activan no son las mismas.

“Se cree que esa organización cerebral diferente se da desde etapas tempranas; podría ser en la gestación, por exposición a diferentes niveles hormonales”.

Por último, mencionó que en sus trabajos ha contado con la colaboración de expertos de la misma Facultad, de los Institutos de Investigaciones Biomédicas, y Fisiología Celular de la UNAM; de los Institutos Nacionales de Neurología y Neurocirugía, de Rehabilitación, de Ciencias Médicas y Nutrición, y de Medicina Genómica; del Instituto Politécnico Nacional, y de la Universidad Estatal de Nueva York.

LAS HORMONAS SEXUALES Y EL CEREBRO

Las hormonas sexuales y el cerebro

Ignacio Camacho Arroyo


¿ALGUNA VEZ HAS UTILIZADO EXPRESIONES COMO “SE TE ALBOROTÓ LA HORMONA” O “LA AGARRASTE EN SUS DÍAS”? EN REALIDAD ESTAS EXPRESIONES HACEN ALUSIÓN A LA INFLUENCIA DE LAS HORMONAS SEXUALES EN NUESTRO ESTADO EMOCIONAL, QUE ES SÓLO UNO DE LOS MUY VARIADOS EFECTOS QUE ESTOS MENSAJEROS QUÍMICOS TIENEN EN EL CEREBRO.

SI MEDIMOS un descubrimiento por su impacto en nuestras vidas, no cabe duda que el de las hormonas sexuales y el papel que éstas desempeñan en nuestro organismo se quedaría con uno de los primeros lugares. Ésta debe ser una de las razones por las cuales varios premios Nobel en medicina y en química han sido otorgados a científicos que han realizado estudios relacionados con estas sustancias. Las hormonas sexuales están en el centro de la llamada “revolución sexual” del siglo XX, que se inició con el desarrollo de la píldora anticonceptiva en los años 60. Esto produjo un cambio enorme en la manera de entender la sexualidad, que a su vez se ha reflejado en otras áreas de la vida social e individual. Pero lo que estas hormonas regulan en nuestro organismo va más allá de la reproducción y la conducta sexual: influyen en nuestro estado de ánimo, la memoria y el sueño.
Las hormonas sexuales están con nosotros durante toda la vida, incluso desde antes del nacimiento. Son sustancias que se producen principalmente en las gónadas (ovarios y testículos) y viajan por la sangre. Químicamente hablando, son moléculas de lípidos (grasas) que pertenecen a un grupo de compuestos denominados esteroides, los cuales se forman a partir del colesterol en las gónadas, la placenta, la glándula adrenal y el sistema nervioso.
Entre los esteroides sexuales más importantes están las típicamente consideradas hormonas femeninas como el estradiol y la progesterona, y la muy masculina testosterona. Cada una de ellas pertenece, respectivamente, a familias de compuestos conocidos como estrógenos, progestinas y andrógenos. Estas hormonas están presentes tanto en hombres como en mujeres, sin embargo sus concentraciones son diferentes en ambos sexos y cambian a lo largo de nuestra vida, particularmente en la mujer durante el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia (véase tabla abajo). Así, por ejemplo, los hombres en la edad adulta tienen 15 veces más testosterona que las mujeres mientras que el estradiol está de cinco a 10 veces más concentrado en las mujeres que en los hombres. Los niveles de ambas hormonas son más altos en adultos que en niños y ancianos.


¿Siempre estás pensando en sexo?

Quizá respondas que también te gusta el fútbol o argumentes que el sexo no es todo en la vida y que el amor y la comprensión son básicos. Independientemente de tu respuesta, lo que sí es vital es la participación de las hormonas sexuales, a través de su acción en el sistema nervioso central, en nuestra conducta sexual y en la reproducción.
Desde hace varios años se sabe que el estradiol y la progesterona, a través de su acción en sitios específicos del cerebro como el hipotálamo, son fundamentales en la ovulación y la conducta sexual femenina. De hecho, si se alteran los niveles normales de estas hormonas no hay ovulación y por lo tanto tampoco embarazo; éste es justamente el efecto que tienen las píldoras anticonceptivas.
La conducta sexual femenina es estimulada por el estradiol y la progesterona, por lo que en la etapa ovulatoria, cuando los niveles de ambas hormonas son altos, la mujer es más susceptible a una relación amorosa, es más cariñosa y está más dispuesta a una relación sexual. A diferencia de la mujer, en el hombre adulto no hay fluctuaciones cíclicas en los niveles de testosterona, por lo que su líbido y potencia sexual se rigen además de la testosterona por otros factores tanto biológicos como psicosociales.

Ella y él

Los hombres y las mujeres pensamos, sentimos y actuamos diferente, pero ¿por qué? Se sabe, aunque no siempre lo comprendemos en nuestra vida diaria, que el cerebro de una mujer es distinto al de un hombre. Así, por ejemplo, en el hipotálamo (zona del cerebro que regula una gran cantidad de procesos fisiológicos, entre otros, el control de la temperatura y el del ciclo sueño-vigilia), hay regiones que participan en la conducta sexual cuyo tamaño, cantidad de cé-lulas o las sinapsis (estructuras de comunicación entre dos neuronas) que establecen son diferentes en individuos de un sexo o de otro, lo cual repercute en la vida de todos nosotros.
Estas diferencias se basan en un fenómeno muy interesante, conocido como diferenciación sexual del cerebro, en el que la participación de las hormonas sexuales es fundamental. Cabe mencionar que este fenómeno es parte de un proceso más amplio e incluye la formación de órganos sexuales bien definidos y la generación en la adolescencia de características sexuales secundarias, como son en las mujeres el crecimiento de los senos y la acumulación de grasa en las caderas, y en los hombres el engrosamiento de las cuerdas vocales que lleva al cambio de voz, la aparición y el crecimiento de la barba y el bigote.
Los cambios en la organización del cerebro (volumen de algunas regiones cerebrales y establecimiento de diferentes sinapsis) producidos por las hormonas sexuales en etapas tempranas del desarrollo embrionario, son permanentes, por lo que establecen de por vida las conductas sexuales asociadas a la reproducción. Hay datos interesantes para el caso de animales de experimentación como las ratas. En ellas los cambios en la organización del cerebro producidos por las hormonas no ocurren durante el desarrollo embrionario, sino poco después del nacimiento. Se ha observado que ratas hembras expuestas a testosterona durante los primeros días del desarrollo posnatal no presentan la conducta sexual típica de su sexo en la edad adulta sino que, por el contrario, pueden presentar una conducta sexual masculina. Sin embargo, hasta ahora no se ha determinado si las preferencias sexuales en el ser humano dependen de diferencias en la exposición a las hormonas sexuales en etapas tempranas del desarrollo.
Las diferencias en la organización del cerebro que causan las hormonas sexuales permiten explicarnos, en cierta medida, por qué los hombres y las mujeres presentamos una conducta sexual diferente, no apreciamos de la misma manera las situaciones que se presentan en nuestras vidas y poseemos distintas habilidades mentales. Por ejemplo, por lo general las mujeres tienen mayor fluidez verbal, mejor coordinación motora fina y mayor velocidad en la percepción e identificación de objetos que los hombres, mientras que éstos presentan un mayor razonamiento matemático y una mejor comprensión de relaciones espaciales y de navegación a través de una ruta. Si llegáramos a entender que hombres y mujeres tenemos un cerebro diferente quizá nos comprenderíamos mejor y tendríamos menos problemas.


Mucho más que sexo

Además del papel fundamental que tienen las hormonas sexuales en la regulación de la reproducción, éstas influyen en nuestro comportamiento y estado de ánimo.
Los cambios tan impactantes en la conducta de los adolescentes se deben en gran parte a los cambios hormonales que experimentan a partir del inicio de la pubertad y duran varios años. Estos cambios producen la aparición de las características sexuales secundarias y el establecimiento de la fertilidad en ambos sexos, el aumento en los niveles de testosterona en el hombre y la regularización en la periodicidad del ciclo menstrual en las mujeres.
En distintas especies de mamíferos la mayor agresividad que se observa en los machos respecto a las hembras —que es muy importante en términos reproductivos, de defensa de territorio y de la manada— se ha asociado a los mayores niveles de testosterona presentes en los machos. La asociación entre niveles altos de testosterona y mayor agresividad en el hombre sigue siendo controvertida.
El estado de ánimo de la mujer adulta está muy relacionado con los niveles de estradiol y progesterona. La ansiedad e irritabilidad que se presentan en muchas mujeres al final de la última fase del ciclo menstrual, la llamada fase lútea, se ha asociado con la disminución en los niveles de progesterona y de los productos derivados de su procesamiento, al no haber ocurrido embarazo.
Se ha sugerido también que los cambios emocionales de las mujeres embarazadas y la disminución en la sensación de dolor, se debe al aumento en los niveles sanguíneos de progesterona y de sus derivados. Estos últimos tienen efectos tranquilizantes, relajantes, anestésicos y ansiolíticos (disminuyen la ansiedad).
Otros cambios emocionales importantes en las mujeres son los que generalmente se presentan durante la menopausia, como nerviosismo, ansiedad, irritabilidad y depresión, y se han asociado a la disminución en los niveles de estradiol y progesterona propios de esta etapa.
En lo que se refiere a los hombres adultos, todavía existe controversia sobre si presentan un fenómeno similar a la menopausia, al que se ha llamado andropausia. Lo que sí existe en los ancianos, además de la disminución en los niveles de testosterona, es una caída en la producción de espermatozoides y en la función sexual, lo que se acompaña en muchas ocasiones de cambios en el estado anímico.

¿Qué son las hormonas?
Las hormonas son los mensajeros químicos del sistema neuroinmunoendócrino. En este sistema participan una compleja red de señales químicas que controlan muchas de las respuestas y funciones del cuerpo; unas producen respuestas instantáneas (como las respuestas al miedo), pero otras actúan más lentamente, “diciéndole” a otra parte del cuerpo cuándo y cuánto crecer. Todos los vertebrados cuentan con este sistema para:
• Mantener el equilibrio interno del cuerpo, es decir, regulan la nutrición, el metabolismo, la excreción, y el balance de sal y agua.
• Reaccionar a los estímulos externos.
• Regular el crecimiento, el desarrollo y la reproducción.
• Producir, usar y guardar la energía.
• Activar la respuesta inmunológica.
El sistema neuroinmunoendócrino consta de: las estructuras productoras y liberadoras de hormonas como las glándulas; las hormonas, que son los mensajeros que viajan a través de la sangre hasta llegar a un órgano o tejido específico, y las células de éstos, que cuentan con los receptores necesarios para recibir la señal o mensaje y llevar a cabo la instrucción indicada por la hormona.
Las hormonas se producen en el hipotálamo, la glándula pineal, la pituitaria o hipófisis, la tiroides, la paratiroides, el timo, las glándulas adrenales, el páncreas, los testículos y los ovarios, entre otros órganos.
Sueño y memoria

¿Alguna vez has pensado que las hormonas pudieran ser las responsables de que tengas tanto sueño? Pues resulta que la pro-ges-terona y sus derivados tienen propiedades hipno-génicas, esto es, que inducen el sueño. El aumento en el sueño durante el embarazo se debe en buena parte a los -altos niveles de progesterona en las mujeres embarazadas y también se ha observado que la administración de progesterona induce el sueño en los varones. Se ha encontrado, además, que esta hormona y sus derivados tienen efectos anticonvulsivos en animales de experimentación, por lo que se estudia la posibilidad de utilizarlos en la terapia de la epilepsia, una de las enfermedades neurológicas más comunes en todo el mundo.
En investigaciones recientes se ha encontrado que las hormonas sexuales influyen en la memoria. En el caso de animales de experimentación, uno de los ejemplos más ilustrativos es el hecho de que el estradiol aumenta el número de sinapsis en el hipocampo (estructura cerebral fundamental en los procesos de memoria y aprendizaje), lo cual brinda mayores posibilidades de procesamiento de información. Por otro lado, en varios estudios clínicos se ha demostrado que la terapia con estrógenos aplicada a mujeres menopáusicas reduce el riesgo de presentar la enfermedad de Alzheimer y también retarda su aparición. Esta enfermedad es mortal y se caracteriza por una pérdida gradual y muy dramática de la memoria que llega a incapacitar totalmente a quien la padece.

Protección de las neuronas

Las neuronas son imprescindibles para todas las actividades cerebrales, por lo que cualquier daño en ellas repercute en el funcionamiento de nuestro cerebro. A través de diferentes experimentos realizados en animales y en cultivos de neuronas se ha demostrado que tanto el estradiol como la progesterona protegen a las neuronas de daños producidos por la falta de irrigación sanguínea, la carencia de oxígeno, el trauma cerebral por golpes, contusiones en la médula espinal y agentes tóxicos diversos que alteran el metabolismo y la función neuronal.
Se ha observado también que tanto la progesterona como la testosterona participan en la regeneración de los axones, prolongaciones de las neuronas que llevan información y establecen sinapsis, después de una lesión en el sistema nervioso. Estos hallazgos han llevado a varios investigadores a proponer el uso de las hormonas sexuales no sólo en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer, sino también en la recuperación de los pacientes que han sufrido daño cerebral.
Para pensar en la hormona
Hormonas y deportes

En la actualidad ya contamos con andrógenos sintéticos que se utilizan con fines terapéuticos. Estos fármacos producen un aumento de peso y de masa muscular, por lo que se han vuelto muy populares entre varios tipos de atletas como ciclistas, futbolistas o levantadores de pesas. Es común que estos atletas ingieran dosis 100 veces mayores que las recomendadas por los médicos para tratar algún padecimiento.
Ese uso de los andrógenos sintéticos, también llamados esteroides anabólicos, es ilícito y además de que quienes los emplean en eventos deportivos corren el riesgo de ser descali-ficados, producen una serie de efectos secundarios, entre otros acné, disminución del deseo sexual y cambios en el tamaño de los testículos y en la cantidad de espermatozoides.

Uno de los aspectos más fascinantes de la relación que hay entre las hormonas sexuales y el cerebro es de qué manera una misma sustancia como el estradiol o la progesterona puede regular procesos tan distintos como la diferenciación sexual del cerebro, la memoria o el estado de ánimo. Todo esto es posible gracias a que las hormonas sexuales tienen diferentes mecanismos de acción que involucran muchos cambios en la actividad de diversos genes, aumento en la permeabilidad de la membrana celular para algunas sustancias y activación de diferentes proteínas en el interior celular.
Las hormonas sexuales además se comunican, a través de diferentes mecanismos celulares, con otros mensajeros químicos como los neurotransmisores, los factores de crecimiento y otras hormonas, lo que permite que todos ellos regulen de manera conjunta una función cerebral en particular de manera muy fina y muy precisa.
Finalmente es necesario recalcar que dado el gran espectro de funciones que tienen las hormonas sexuales en nuestro cerebro, hay muchos grupos de investigación en todo el mundo (por supuesto también en México) dedicados a esta área, con el fin de entender no sólo por qué pensamos, sentimos y actuamos de manera distinta los hombres y las mujeres a lo largo de nuestra vida, sino también para utilizar a dichas hormonas o a fármacos que tengan una acción similar (o contraria) a ellas para prevenir y tratar diversas enfermedades que afectan a nuestro cerebro.

El doctor Ignacio Camacho Arroyo es investigador de la Facultad de Química
de la UNAM en áreas de neurobiología, biología de la reproducción y hormonas
esteroides.

UN ELABORADO PLACEBO LLAMADO FLORES DE BACH

Efecto placebo:

Efecto placebo es el fenómeno por el cual los síntomas de un paciente pueden mejorar mediante un tratamiento con una sustancia placebo, es decir, una sustancia sin efectos directamente relacionados con el tratamiento de lo que estaría causando (etiología, conocida o no) los síntomas del paciente en un primer lugar. La explicación fisiológica postulada para este fenómeno sería la estimulación (no por parte de la sustancia placebo, de lo contrario no entraría en la definición) del núcleo accumbens situado en el cerebro que daría como resultado la mejoría del cuadro sintomático del paciente que afirma estar aquejado por un mal a su salud.
Hay gran variabilidad en la presentación de este efecto y la aparición del mismo esta determinada por factores del individuo, de la sustancia (incluida su forma de administración) y del medio en el que se realiza el tratamiento. Sin embargo, la cuantificación de este fenómeno es muy útil en determinar la utilidad y seguridad de fármacos y otras sustancias en la terapéutica.(Fuente: Wikipedia,la enciclopedia libre)


Las flores de Bach, llamadas también remedios florales, consisten en una hiperdilución de flores maceradas que se emplean para tratar diversas enfermedades. La eficacia de esta presunta terapia ha sido analizada por el especialista en Medicina Complementaria Edzar Ernst en una reciente publicación, donde se realiza un metanálisis estadístico de los ensayos clínicos realizados hasta la fecha. Sus conclusiones son demoledoras: esta terapia es incapaz de justificar su eficacia con evidencias experimentales, más allá de los beneficios que supone un placebo.
Las Flores de Bach fueron inventadas hace unos 80 años por el médico inglés Edward Bach (1886-1936). Este doctor estaba convencido de que la mayoría de las enfermedades están causadas por estados negativos de la mente y por malas actitudes ante la vida (miedos, celos, impaciencia, angustia, etc). Como presunta terapia este doctor elaboró 38 preparados naturales, cada uno de ellos basados en una flor que poseía, según su forma de entender esta terapia, en propiedades que aliviaban los pensamientos negativos. Las flores eran maceradas o hervidas en agua y diluidas posteriormente en soluciones alcohólicas (en su origen se empleó brandy o vino) para asegurar su conservación. Desde la muerte del Dr. Bach, sus seguidores han añadido otras flores al listado, haciéndolo más “completo”. Anecdóticamente, y para que pueda observarse el grado de “análisis” que se ha tomado como base para elegir una flor y no otra como base de la terapia, baste tomar como ejemplo el remedio que se emplea para combatir la impaciencia: un preparado de la flor de Impatiens glandulifera. Esta planta se llama así porque Linneo llamó Impatiens al género ya que dispara sus semillas, no espera a que caiga como hacen otras plantas. Por esta anécdota Bach consideró que era apta para curar la impaciencia. Si Linneo al descubrir esta planta hubiera decido honrar a algunos de sus maestros y le hubiese puesto otro nombre, hoy la Impatiens no formaría parte del catálogo. Todo muy científico, si señor. Si este proceso mental para elegir las flores no parece suficientemente ridículo por sí sólo, aún hay más. En realidad la terapia no se fundamenta en tomar el extracto de la flor, sino en una dilución homeopática (en concreto 1:144) de la misma, con lo que si existía algún principio farmacológicamente activo en la misma, éste desaparece en la dilución efectuada. Pero, ¿alguien cree que la suma de una elección de flor de forma poco científica junto a la imposibilidad de componentes farmacológicos en la disolución final puede arredrar a un creyente en esta “terapia”? Pues no, ya que la explicación que dan es simple:
el modo de acción de la solución no depende de un mecanismo molecular del fármaco, sino de un sutil estado energético que es transmitido desde la flor al paciente
. Parece mentira que no hayáis sido capaces de verlo antes.
El caso es que las Flores de Bach ocupan un lugar destacado entre los remedios naturales de algunos seguidores de las autoproclamadas como “terapias alternativas”. Eso a su vez ha supuesto unos interesantes beneficios para las compañías que se han encargado de comercializar los extractos florales. Todo ello ha motivado que algunos grupos de investigación hayan decido analizar la eficacia de este presunto tratamiento.
El último estudio en profundidad ha sido escrito por Edzard Ernst y ha sido publicado en el último número de la revista “Swiss Medical Weekly”. Para el metaestudio se tomaron datos de las publicaciones científicas depositadas en las diversas bibliotecas virtuales, tomando como fecha final de recogida de datos mayo del 2010. Solamente se analizaron ensayos clínicos que incluyera una comparativa con placebos. Así mismo se contactó con los fabricantes de los productos florares para pedir ensayos realizados por ellos mismos, aunque éstos no hubieran sido publicados.
Los resultados muestran que existe amplia literatura sobre los remedios florales, pero pocos de ellos presentaron datos útiles para realizar cualquier tipo de análisis epidemiológico. El análisis del conjunto de trabajos rigurosos mostró que la terapia floral es incapaz de mostrar evidencias convincentes de su eficacia con efectos superiores a las que ofrece un placebo.
Es interesante resaltar que las Flores de Bach se venden en muchos países como suplementos alimenticios, y no como medicamentos, por lo que no tienen el requisito legal de demostrar los beneficios sobre la salud que prometen. Además, al no contener ningún componente farmacológico, no puede tener ningún efecto tóxico sobre la salud de los pacientes. El único efecto perjudicial de este tipo de terapias es que sustituyan a otras que sí son realmente eficaces, con lo que enfermedades tratables podrían provocar serios problemas por falta de medicación. En este sentido cuando el autor de este trabajo preguntó a los profesionales que recetaban remedios florales para qué enfermedades las prescribían, la respuesta fue: ansiedad, estrés, depresión, enfermedades mentales relacionadas con el estrés, falta de confianza, trauma (tanto emocional como físico), cáncer y SIDA. Pero no hay evidencias científicas para afirmar que las Flores de Bach puedan tratar esas enfermedades, por lo que abandonar el tratamiento convencional de algunas de estas enfermedades puede tener consecuencias irreversibles.
Señalar finalmente que el autor del trabajo, Edzar Ernst es el primer profesor en Medicina Complementaria del mundo. En 1993, Ernst dejó su posición de especialista en Fisioterapia y Rehabilitación de la universidad de Viena para organizar el departamento de Medicina Complementaria en la Universidad de Exeter (Inglaterra). Escribe asiduamente en “The Guardian” donde hace un análisis científico y critico de las terapias alterativas. De hecho, y aunque sus investigaciones se mueven dentro del campo de las modalidades poco convencionales de la medicina, es visto como “el flagelo de la medicina alternativa” ya que con frecuencia expone la falta de documentación y eficacia de muchas presuntas “terapias”.
Referencias
Ernst, E. (2010) Bach flower remedies: a systematic review of randomised clinical trials. Swiss Med. Wkly 140:w13079
Wikipedia