jueves, 30 de septiembre de 2010

FALACIAS UTILIZADAS CON FRECUENCIA

Falacia del hombre de paja

De Wikipedia, la enciclopedia libre
La falacia del hombre de paja es una falacia informal. Consiste en "poner en la boca" del interlocutor argumentos que nunca dijo. Posteriormente, se rebate ese argumento desde la propia invención, dando la sensación de que se "ganó" la discusión.
Ejemplo:
  • Sentencia: No estoy de acuerdo con el régimen político de Cuba.
  • Réplica: Lo que pasa es que defiendes las políticas de Estados Unidos.
El primer interlocutor habló sobre Cuba pero no dijo nada de Estados Unidos. En este caso, Estados Unidos es un hombre de paja al cual derrotar en lugar de hablar de Cuba

Etimología

Toma su nombre de la analogía establecida por los retóricos entre el «combate» dialógico y un combate real, en el que luchar contra un muñeco de paja es sólo una pantomima.
La literatura lógica tradicional designa con este nombre sólo a la acción de representar de manera incorrecta un argumento; por extensión, se emplea también para la práctica de refutar una versión restringida («más débil», en la jerga epistemológica) del argumento, aunque en realidad la refutación de una versión restringida puede ser una herramienta cabal en la argumentación, reduciendo el alcance de las afirmaciones del interlocutor como parte de una prueba casuística o de una demostración de irrelevancia.
Otras variantes retóricas de la falacia del hombre de paja incluyen el rebatir las afirmaciones de un interlocutor, y tomar ello como prueba de que se han rebatido todas las defensas posibles de las mismas, o elaborar una imagen caricaturesca que se asemeje en algunos aspectos al interlocutor y emplear las críticas a ésta (ya falaces como argumenta ad hominem) como pruebas de refutación.

Referencias

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Falacia_del_hombre_de_paja"

Argumento ad populum

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Un argumento ad populum o argumentum ad populum (en latín significa "[dirigido] al pueblo"), es una falacia lógica que implica responder a un argumento o a una afirmación refiriéndose a la supuesta opinión que de ello tiene la gente en general, en lugar de al argumento por sí mismo. Un argumento ad populum (y por tanto, falaz) tiene esta estructura:
  1. A afirma B;
  2. Se dice que la mayoría de la gente dice B
  3. Por tanto, B es cierto.
Ad populum es una falacia lógica también conocida como sofisma populista debido a que suele usarse en discursos más o menos populistas. Es de uso habitual en los argumentos de las discusiones cotidianas. También se utiliza algo en política y en los medios de comunicación aunque no es tan poderosa como el argumentum ad hominem. Suele adquirir mayor firmeza cuando va acompañada de un sondeo o encuesta que respalda la afirmación falaz. A pesar de todo, es bastante sutil y para oídos poco acostumbrados puede pasar inadvertida.

Uso

Esta falacia es una variedad de la falacia ad verecundiam con la diferencia de que en vez de atribuir la autoridad en una persona o un reducido grupo de eminencias en este caso se atribuye autoridad a todo a un gran colectivo de gente, por ejemplo a la población de un país. Mediante un ardid argumental uno puede apoyar su afirmación basándose en que es la opinión de la mayoría.

Validez

Existen dos grados de falacia ad populum con mayor y menor consistencia. Se puede afirmar sin pruebas que lo confirmen que la opinión mayoritaria de la gente es X. En ese caso la falacia es doble, se afirma una premisa que se desconoce y encima se le da autoridad a esa dudosa opinión mayoritaria.
Pero puede ocurrir que se haya hecho algún tipo de consulta popular que permita conocer esa opinión. Aun suponiendo que la consulta se haya hecho correctamente y que la opinión esté bien reflejada en los resultados este argumento sigue siendo falaz. Nada justifica un razonamiento sólo porque la mayoría piense lo mismo. Este pensamiento se basa en la intuición de que la opinión general tiene autoridad porque tanta gente no puede estar equivocada.
Se suele oír en frases del tipo todo el mundo sabe que... o ...esto es lo que la sociedad desea.' así como la mayoría de los españoles saben que.... La gente quiere...

Ejemplos típicos

La gente quiere ver telebasura así que es lícito poner telebasura
¿Se le ha preguntado bien a la gente que es lo que quiere ver? ¿A la gente le ponen lo que quiere o ve lo que le ponen?
Esta película tiene que ser buena porque la ha visto mucha gente
¿Se sabe cuantos de los que la vieron les gustó? Y aunque a todos les gustara eso expresa una preferencia pero no una verdad.

Subtipos

Hay dos tipos de argumentum ad populum muy usado para influir en un proceso de decisión en un sistema jerárquico.
Apelación a la tradición: Siempre se ha hecho así
Apelación a la práctica común: Todo el mundo hace lo mismo
Un ejemplo sobre esto sería:
Esta ley no es buena porque ningún país del mundo tiene nada igual y se ha venido haciendo así hasta ahora.
Tal razonamiento es inmovilista ya que para que haya innovaciones siempre alguien ha de ser el primero. Además, si bien es una garantía que hasta ahora haya funcionado esa decisión, ello no significa que sea la mejor para siempre.

Argumento ad hominem

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Un argumento ad hóminem o argumentum ad hominem (en latín, ‘dirigido a la persona’), es un tipo de razonamiento que se construye a medida de la persona a quien se dirige, apoyándose en las convicciones del interlocutor. No debe confundirse con la falacia ad hominem, que no pretende argumentar sino atacar o descalificar al adversario.[cita requerida]
Los clásicos denominaban al argumento ad hominem con la expresión argumentum ex concessis, es decir, que usa en su favor los argumentos aceptados o concedidos (ex concessis) por el interlocutor. Fue John Locke (creador de los argumentos en ad) quien lo renombró como ad hominem. Un ejemplo muy conocido es el de Tito Livio refiriéndose a la forma en que Aníbal persuadía a sus hombres:
Aníbal [tras cruzar los Alpes], empleó toda clase de exhortaciones para animar aquélla confusa mezcla de hombres que nada tenían en común, ni la lengua, ni las costumbres, ni las leyes, ni las armas, ni los trajes, ni el aspecto ni los intereses. A los auxiliares les habló de alta paga por el momento y ricos despojos en el repartimiento del botín. Hablando a los galos, avivó en su ánimo el fuego de aquel odio nacional y natural que alimentaban contra Roma. A los ojos de los ligures hizo brillar la esperanza de cambiar sus abruptas montañas por las fértiles llanuras de Italia. Asustó a los moros y númidas con el cuadro del cruel despotismo con que los abrumaría Masinissa; y dirigiéndose a los demás les señalaba otros temores y otras esperanzas. A los cartagineses habló de las murallas de la patria, de los dioses penates, de los sepulcros de sus padres, de sus hijos, de sus parientes, de sus esposas desoladas.
Tito Livio, XXX
Por ejemplo, como señala Schopenhauer parafraseando a Aristóteles, si el interlocutor «es partidario de una secta con la que no estamos de acuerdo, podemos utilizar contra él las máximas de esa secta como principia».1
Los tratadistas consideran que el argumento ad hóminem es un recurso que se utiliza con fines prácticos (en discusiones filosóficas, jurídicas, políticas, etc.) siempre que se pretende persuadir a alguien de algo, lo cual exige compartir con el auditorio algunas de las premisas, aunque sea de forma solo teórica:
Las posibilidades de argumentación dependen de lo que cada uno está dispuesto a conceder, de los valores que reconoce, de los hechos sobre los que señala su conformidad; por consiguiente, toda argumentación es una ar­gumentación "ad hominem" o "ex concessis".
Chaim Perelman

Falacia ad hominem

La falacia ad hominem consiste en intentar descalificar personalmente a un adversario, en lugar de refutar sus afirmaciones. Una falacia ad hominem tiene esta estructura:
  1. A afirma B;
  2. Hay algo cuestionable acerca de A,
  3. Por tanto, B es falso.
Los argumentos positivos acerca de la persona se describen en recurso a la autoridad.
El argumento ad hominem es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación de haberse servido de ella se utilizan como recursos en discursos reales. Como una técnica retórica, es poderosa y se usa a menudo —a pesar de su falta de sutileza— para convencer a quienes se mueven más por sentimientos y por costumbres acomodaticias que por razones lógicas.
La presencia de un argumento Ad Hominem no implica nada sobre el valor de la afirmación en sí, sino sólo de que la argumentación empleada es incorrecta. El hecho de que una afirmación sea descalificada mediante una argumentación ad hominem no implica automáticamente que dicha afirmación sea verdadera, ya que ello constituiría otra falacia. Por ejemplo:
"Mi vecino afirma que 2 + 2 = 3. Mi vecino es un tonto que no sabe nada, entonces 2 + 2 no debe dar por resultado 3"
Efectivamente, 2 + 2 no da 3, pero nada tiene que ver en ello si el vecino es o no realmente un inepto.

Uso

Una falacia ad hominem consiste en afirmar que un argumento de alguien es erróneo sólo por algo acerca de la persona, no por problemas en el argumento en sí. El mero hecho de insultar a una persona dentro de un discurso —de otro modo racional— no constituye necesariamente una falacia ad hominem. Debe quedar claro que el propósito del ataque sea desacreditar a la persona que está ofreciendo el argumento y, específicamente, invitar a los demás a no tomar lo que afirma en consideración.
No todos los argumentos ad hominem son negativos. Es posible argumentar que algo es cierto por quién lo afirma (argumento de autoridad).

Validez

El argumento ad hominem es falaz cuando se aplica a la deducción, y no a la evidencia (o premisa) de un razonamiento aunque se puede aplicar tanto a la deducción como a la evidencia por medio de la persuasión.
Puede dudarse de una prueba o rechazarla dependiendo de su origen por razones de credibilidad, pero dudar o rechazar una deducción basándose en su fuente es la falacia ad hóminem.
Las premisas que desacrediten a una persona pueden existir en razonamientos válidos, cuando la persona criticada es la única fuente de una prueba usada en uno de sus argumentos. Se puede aplicar tanto a la deducción como a la evidencia por medio de la persuasión.

Subtipos

Se identifican tres variedades tradicionales de la falacia ad hominem: ad hominem abusivo, ad hominem circunstancial y tu quoque.

Ad hóminem abusivo

El ad hominem abusivo (también llamado argumentum ad personam) a menudo consiste en un simple (y normalmente inmerecido) insulto al oponente, pero también puede implicar la mención de fallos de carácter o acciones discutibles. La razón por la cual es falaz es que, normalmente, los insultos e incluso los defectos del oponente no afectan a la veracidad o al soporte lógico de sus afirmaciones.
"Usted no puede afirmar que mi acción es inmoral porque ha estado en la cárcel".
El hecho de que alguien haya estado en la cárcel no convierte en morales las acciones de su interlocutor ni le impide denunciarlas, y ambos hechos carecen de relación entre sí.
"Juan dice que Miguel es un estafador".
"¿Juan? Mira, ese mejor se calla, que yo lo he visto detrás de las niñas del instituto".
El hecho de que Juan se sienta atraído por las jovencitas no invalida su argumento de que Miguel sea un estafador, y ambos hechos carecen de relación alguna entre sí.

Ad hominem circunstancial

El ad hominem circunstancial implica mencionar que alguien se encuentra en una circunstancia en la cual está predispuesto a tomar una determinada posición. Esencialmente consiste en atacar la neutralidad del interlocutor. La razón por la que es falaz es que las predisposiciones del oponente no afectan a la veracidad de sus argumentos desde un punto de vista lógico.
"Las compañías pesqueras mienten cuando dicen que no se esquilma los caladeros, porque solo defienden sus intereses."
El hecho de que estén defendiendo sus negocios no invalida automáticamente sus afirmaciones, cuya falsedad debe ser demostrada mediante pruebas concluyentes.
"¿Pedro dice que las condiciones de trabajo son peligrosas? ¡Qué va a decir ese, si es un comunista!"
El hecho de que Pedro sea comunista no invalida su argumento de que un determinado trabajo sea, en efecto, peligroso.
Es importante distinguir entre un razonamiento racional y uno correcto según la lógica. Estos razonamientos no son correctos si se mira estrictamente su lógica.

Tu quoque

Tu quoque (literalmente, "tú también") puede denominarse también como el "argumento de la hipocresía". Se produce cuando una afirmación se descarta o bien porque es inconsistente con otras afirmaciones que ha hecho el interlocutor o bien porque es inconsistente con sus acciones.
"Dices que los aviones vuelan gracias a sus potentes motores, pero no es cierto, porque antes decías que lo hacían mediante la magia."
El hecho de que antes haya dicho que los aviones volaban por medio de la magia no niega la situación de la nueva afirmación en la cual se argumenta que vuelan en virtud de la potencia de sus motores.
"¿Y tú me dices que beber es malo? ¡Si son las ocho de la mañana y ya estás ebrio!"
El hecho de que alguien esté borracho o sea un alcohólico no invalida, desde un punto de vista estrictamente lógico, el argumento de que beber alcohol en exceso es malo para la salud.

Culpabilidad por asociación

La culpa por asociación puede ser otra clase de falacia ad hominem, cuando se intenta relacionar a un proponente de una idea con un grupo diferente que sostiene la misma idea.
La forma del argumento es la siguiente:
  • El proponente A plantea la idea I
  • El grupo B también plantea la idea I
  • Entonces, A pertenece al grupo B
Por ejemplo:
"Usted plantea que el estado no debería gastar más dinero del que obtiene. Los neoliberales creen eso, entonces usted debe ser neoliberal"
Otra forma alternativa es la siguiente:
  • El proponente A plantea la idea I
  • El grupo B también plantea la idea I, así como también la idea J
  • Entonces, A plantea la idea J
Por ejemplo:
"Usted plantea que el estado no debería gastar más dinero del que obtiene. Los neoliberales creen eso, y también creen que las empresas estatales deberían ser privatizadas, entonces usted también apoya las privatizaciones"
Una táctica posible de la culpabilidad por asociación es forzar al proponente a la diyuntiva de abandonar su idea o admitir la pertenencia a un grupo. Por ejemplo:
"Usted plantea que el estado no debería gastar más dinero del que obtiene. Usted no quería realmente decir eso, ¿verdad? Porque eso es lo que creen los neoliberales, ¿acaso es usted un neoliberal?"
La culpabilidad por asociación puede combinarse con el Ad Hominem abusivo. Por ejemplo:
"Usted plantea que el estado no debería gastar más dinero del que obtiene, pero los neoliberales dicen eso, y usted es en consecuencia un neoliberal. Los neoliberales son despreciables, nada de lo que digan puede ser correcto, por lo tanto nada de lo que usted diga puede ser correcto.
Un Reductio ad Hitlerum es un ejemplo de la falacia de la culpabilidad por asociación, al atacar una propuesta o punto de vista afirmando que ésta haya sido aceptada por Adolf Hitler o el nazismo y que por lógica debería ser negativa ya que nada positivo podría haber sido aceptado por tales interlocutores.

Ad hominem inverso

Una variante diferente de la falacia Ad Hominem consiste en considerar a un planteo como válido, no por su contenido en sí sino por las virtudes de su proponente. Por ejemplo:
"Los OVNIs sí existen, y hay una conspiración del gobierno estadounidense para ocultarlo. Lo leí en un libro, y si lo dice un libro debe ser verdad"
El prestigio académico de las publicaciones escritas no implica de por sí solo que cualquier afirmación sea verdadera sólo por estar publicada en un libro.

Referencias

  1. Arthur Schopenhauer, El arte de tener razón, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pág. 40.

Bibliografía

  • Ricardo García Damborenea, Uso de razón, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000.
  • Arthur Schopenhauer, El arte de tener razón. Madrid, Alianza, 2004.
  • Chaim Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación, Madrid, Gredos, 1989.

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